Hace mucho,mucho tiempo. Antes de que el tiempo se midiera. Mucho antes. Antes inclusive de que el tiempo existiera. Cuándo la velocidad aún no había sido gestada.
Un “SER”, ya que en esos tiempos, los nombres carecían de significado. Nada estaba esteriotipado. Como decía, este “SER”, vivía en una apartada orilla de una playa sin agua. No había oxígeno. No había risas. Sólo podías admirar la nada. El pobre, era muy anciano, tanto que su piel se desprendía de su cuerpo, buscando otra forma de vida alternativa. Se hallaba en una situación complicada. La soledad le agasajaba de recuerdos. Recuerdos de un pasado mejor. Desde que su memoria sufrió un accidente atroz, sólo admiraba leves y distanciados momentos recordados.Él desconocía dónde estaba, quién era ó que era lo que le había sucedido. Lo único que a ciencia cierta sabía era que le quedaba poco tiempo de vida. Esa agonía le rompía por dentro. Sentía un peso añadido en sus esmirriados miembros deshilados. Todo lo que veía a su alrededor eran escombros, sombras de algo que ya no era. Un día, como otro cualquiera, el anciano viejo, observó algo inusual en él. Sus tejidos estaban húmedos. Él estaba llorando. Nunca que él recordase, había experimentado esa sensación. Le hacía sentir vivo. Desde ese instante, se pasaba largos momentos derramando ese milagro que era sentirse vivo. En ese mundo en el que él vivía, no había luz. No había soles, ni nubes, ni estrellas. La nada ocupaba toda su extensión. Al cabo de un tiempo, empezó a oír voces. No entendía lo que decían, puesto que serían de otra especie. Él deducía que provenían del exterior. Nunca había podido ver el exterior, al menos no, desde el terrible accidente.Se empezó a oír mucho mas cerca. Mas y mas cerca. Un objeto hizó una grieta en el universo del pobre anciano. Era un objeto que se movía ágil y veloz. Nunca había divisado nada parecido. Tenía cinco herramientas y se movían todas a la vez. Un momento después, estaba apresado fuertemente por aquél objeto inmenso. Él no tenía fuerzas y era inútil resistirse a su magnificencia. Así que se dejó coger. La luz le dejó ciego. No podía ver nada. Un poco mas adelante, empezó a vislumbrar sombras en movimiento, colores y sólo un pelín mas tarde, vió su realidad. Él había vivido... los últimos ni se sabe de tiempo... en una caja de cartón. No sabía porqué, pero sabía lo que era ese espacio, donde él había vivido su miserable existencia. Se hallaba en una fábrica de reciclaje. Se sentía traicionado. Querían cambiarlo. Pero, ¿por qué?,¿acaso no era bueno tal como era?,mil preguntas le asolaron en una cadena inexplicable de sentimientos escondidos. No entendía, a pesar de ser un anciano y haber pasado tiempo indefinido en el cosmos del pensamiento, no podía salvo resignarse, encontrar algo que pudiera darle luz. Poco a poco su memoria fue adquiriendo una pizca de sustancia. Recordó de pronto su nacimiento. Un bordador mecánico, llamado “TK2000” había sido su madre,a pesar de que un ser superior llamado Niké le había otorgado el poder salir al mundo y ser usado. Eso era. Se sentía usado. Vilipendiado. Vendido. ¡¡Él había sido vendido!!,si lo recodaba bien. En unos grandes almacenes. Él albergó unos pies durante mucho tiempo. Para un calcetín el tiempo no transcurre igual que para un ser humano. Muchos partidos jugó para el izquierdo. Nadie le agradeció nada. Solo le metía en un gran gran agujero oscuro, frío, con agua y una espuma que el escuchó una vez, la llamaban jabón. Una y otra vez, sólo hacía eso. Su vida era una rutina. No podía ver nada del exterior. Siempre encerrado en una grotesca playera. Que viejo se sentía aquel pobre calcetín. Sus pensamientos por un momento se pararon. El hombre que le transportaba lo usó para limpiar una lámina de metal. Acto seguido, dio a una palanca y una fila de acero empezó a moverse. –Es el final- pensó.Vio como el hombre miraba esa lámina limpia y sonreía.-¡Una sonrisa!-exclamó. –Yo, un calcetín,¡¡ he ayudado!!- .Se dio cuenta de que su cometido en este mundo era el de ayudar. Se sintió aliviado. Entre tanta sombra abrumadora, había encontrado el porqué él había nacido. Su vida paso en un minuto mortal ó dos vueltas de hilo para un calcetín. Después todo fue silencio. Poco a poco, se sintió otra vez vivo. Pero ya no tenía su vieja forma. Ahora tenía colores vivos. El no era un calcetín usado. No lo podía creer. ¡¡Era una bufanda!!, no podía explicarlo, pero ese día y no otro, fue el día en que aquel “SER” moribundo, empezó una nueva existencia y comenzó un nuevo viaje. Ahora viajaría,vería lugares hermosos, olería fragancias antes nunca olidas por el. Solo podía llorar. Pero ahora lloraba de esperanza. Se sentía bonito, veloz, volador en el aire. Ese día, en un avión destino a New York, sus sueños por fin se harían realidad.La moraleja de este cuento es muy sencilla. No importa cuanto vivas, no importa lo que vivas. Támpoco importa como hayas vivido. Lo importante es que nunca dejes de pensar que puedes vivir mejor.De ser alguien mas bonito,mas grande, mas bueno. La superación, el afán de ser mejor, de poder ser útil, de sentirte vivo contigo mismo y con los demás, es demasiado valioso como para ocultarse en cajas de cartón esperando que llegue el final. Seamos calcetines pero con sueños de alcanzar ser bufandas…sólo así, algún día puede que lleguemos a serlo.
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